lunes, 1 de noviembre de 2010




No tenía más de ocho años cuando Pedro, al otro extremo de la mesa, me pidió una servilleta. Saqué una del servilletero y se la entregué, pero no la recibió. - La servilleta - me dijo. Y luego agregó -tu pequeña mente de niña no entiende nada-.



Ahora él vive en un país de mierda, muy al norte del mio.




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